martes, 29 de noviembre de 2011

Adolf Loos: Ornamento y delito (1908)

Por: Emmanuel Mercado Brito


Adolf Loos
Ante una vorágine de ideas y teorías arquitectónicas previas a 1910 que se originan en Europa,  uno de los axiomas mas tratados es el  tema concerniente al ornamento. Los teóricos de la materia se habían abalanzado hacia el tema de manera acérrima. Mientras que Geoffrey Scott, consideraba que el ornamento pierde la   importancia si el control básico de la forma es suficientemente seguro, T.G. Jackson, a su vez, mencionaba que el hombre incapaz de proyectar escapaba al ornamento. 

En todo este revuelo teórico circunscrito ante todo al ornamento, una persona daría las pautas de lo que la arquitectura moderna produciría en los años posteriores, Adolf Loos.

En medio de este periodo de suma relevancia en la teoría arquitectónica, en 1908, se lleva a cabo el VIII Congreso Internacional de Arquitectura y la I Exposición de Arte. Es en esta orquestada y conveniente ocasión cuando Adolf Loos realiza su conferencia: ¨Ornamento y delito¨, la cual crea en consecuencia escándalo y revuelo en el ámbito teórico arquitectónico.

¨Ornamento y delito¨ obtiene notoriedad inmediata en los debates de arquitectura de su tiempo, creando seguidores y grandes críticos de sus planteamientos. Adolf Loos cataliza una ruptura solemne contra el ornamento, lo que  aclarece y resolvia el problema planteado por teóricos y arquitectos desde principios del siglo XIX, y lo hacía de manera drástica y precisa sin dejar lugar a la ambigüedad.

 Un poco más de un siglo después de ¨Ornamento y   delito¨ y la deshumanización construida por el modernismo se podría muy bien cuestionar la falta de referencias históricas en la arquitectura, impulsada por la máxima modernista ¨comenzar de nuevo desde cero¨. Necesitamos referencias y alusiones ya que la ausencia total de esta y del ornamento creó signos sin significado, arquitectura de ambigua y cuestionable originalidad.

La afirmación de que el ornamento ha muerto seria   limitarse a hacer un análisis superficial del escenario actual de la arquitectura. Contrario a esa afirmación, el concepto ornamento continua vigente, aunque no es menos cierto que ha sido reinterpretado contemporáneamente de acuerdo a nuevos valores.


miércoles, 16 de noviembre de 2011

APOSTILLAS A EL NOMBRE DE LA ROSA / UMBERTO ECO

Por: Emmanuel Mercado Brito
Apostillas a El Nombre de la Rosa (1985) es una especie de tratado en el que Umberto Eco cuenta como y porque escribió la novela  El Nombre de la Rosa (1980). El autor no interpreta pero si explica porque y como ha escrito.
Existe una obvia cronología a seguir en este particular caso. Sería contraproducente leer Apostillas A El Nombre de la Rosa antes de de leer la novela. En mi opinión hay que leer El Nombre de la Rosa y luego Apostillas a el Nombre de la Rosa para después retomar por nueva cuenta El Nombre de la Rosa. De esa manera seria como si se nos cubriera con un velo traslucido, todo se ve mejor y se entiende mejor aun.
Una apostilla es una acotación que aclara, interpreta o completa un texto. Dado el uso de ese término en el titulo mismo, al tenerlo en  mis manos bien entendía de qué se trataba. Se me presentaba la oportunidad de entender mejor la novela original.
Aunque la verdad misma es que lo que más me llamaba la atención en entender era el titulo mismo, el porqué llamarlo El Nombre de la Rosa. Para mi suerte el primer capítulo de Apostillas a el Nombre de la Rosa se titula ¨El nombre y el significado¨. Según cuenta el autor en Apostillas, la novela poseía como título provisional La abadía del crimen, título que se descartó porque centraba la atención en la intriga policíaca. Su sueño, afirma, era titularlo Adso de Melk, un título neutro, dado que el personaje de Adso no pasaba de ser el narrador de los acontecimientos. Umberto Eco creía que un autor no debía facilitar las interpretaciones de su obra  pero por desgracia un titulo ya es una clave interpretativa. Este mismo hecho se da  en el porqué de la serie de pinturas  de Jackson Pollock tituladas con meros números. La intención es simple, de no revelar una interpretación personal y por ende contaminar la interpretación que pueda llegar a tener el lector.
 El Nombre de la Rosa resulta haber sido el titulo tomado por casualidad. El titulo está inspirado en el verso en latin con que Adso termina la historia, ¨sta rosa prístina nomine, nomine nuda tenemus¨. Según dice Umberto Eco, le gusto ese título porque ¨la  rosa es una figura simbólica  tan densa que, por tener tantos significados, ya casi los ha perdido todos. Así el lector queda desorientado con muy buena razón, no es hasta el final que percibe la relación con el titulo y aun así después de escoger su propia interpretación inmediatamente se da cuenta que hay otras posibilidades. ¨El titulo debe confundir las ideas, no regimentarlas¨.