domingo, 27 de abril de 2014

La carente identidad de la ciudad contemporánea

 Por: Emmanuel Mercado Brito


Huaxi- China
La explosión demográfica que masificó durante  todo lo largo del siglo pasado la población urbana mundial, trajo consigo un nuevo territorio urbano como consecuencia. Las circunstancias dadas en la vorágine de las metropolis propiciaron un crecimiento exponencial de las concentraciones urbanas, así también como fenómenos novedosos que transformaron de manera radical la urbe y las relaciones entres sus habitantes.


La explosión demográfica desarrollada en el siglo XX tuvo su clímax hacia el final del mismo siglo. A principios de los 90s el mundo completo vivió un periodo de bonanza económica, que hizo posible un aceleradísimo desarrollo inmobiliario. Lo aceleradísimo trae consigo lamentablemente un estigma negativo de planificación. Además, la fe exagerada en el conocimiento humano y la ciencia muy por encima de la cultura y los paradigmas de lo que se conocía como lo local, re- codificaron al urbanismo en la herramienta por excelencia de de una ideología orientada al progreso.  Se construyeron ciudades completas y las que ya existían fueron retocadas y expandidas, hasta en muchos casos, crear conurbaciones de extraordinarias dimensiones. Dimensiones de espanto. Las grandes urbes empezaron a ser llamadas ¨contemporáneas¨, y con esta denominación fueron despojadas de su identidad. Identidad de valiosísimo valor histórico y hasta poético. Y es que cuando se habla de lo urbano, es muy fácil encontrar la poesía intrínseca del devenir fantástico de los ciudadanos a medida que se apropian de la ciudad.  

Rem Koolhaas, quien es uno de los arquitectos con más influencia en el campo teórico de la arquitectura y además premio Pritzker, deslizó su atención inquisidora y cínica sobre la superficie de la metrópolis contemporánea en su manifiesto titulado La Ciudad Genérica a mediados de los 90s. Koolhaas conoce la ciudad, la cuestiona y la interpreta, y es por eso que encontramos tantas ideas que llevan a una reflexión y análisis inmediato. En su manifiesto Koolhaas le hace un examen casi de rayos X a las metrópolis contemporáneas y las encuentra ¨superficiales- como un estudio de Hollywood, puede producir una nueva identidad cada lunes por la mañana¨. ¨Que queda después que se ha despojado de la identidad? ¿Lo genérico?

La ciudad genérica es un producto de exportación, llenos de artefactos espaciales, de esos que no son autóctonos, de esos que no tienen una relación estrecha con lo que había con anterioridad, de esos que parecieran encajar en todas partes y sin embargo no pertenecer a ninguna parte, de esos que muy bien pudieran ser contradicciones, de esos que no nos acaban de convencer, y aun así se ven grandilocuentes, como de revistas. Estos artefactos son productos mediáticos, confeccionados por capricho. El arquitecto es relevado por las marcas y las supuestas ¨imágenes y filosofías¨ que los medios, marcas y egos dictan. La contemporaneidad se abalanza contra la historia y memoria colectiva y vence, lastimosamente, en cada ocasión. Como resultado lo genérico, queda expuesto, mientras que la sustancia queda abajo, sumergido en layers de concreto, acero y cristal.
   
A falta de la identidad urbana, surge la homogenización, lo genérico. Lo característico es relevado y relegado a lo contemporáneo. La cualidad de lo genérico existe en la ausencia de la identidad, de lo historicista, de lo característico. ¨The city is no longer. ¨We can leave the theater now¨, es la conclusión que Koolhaas da a veinticinco páginas cargadas de una extraordinaria reflexión muy bien acertada. La ciudad no existe, la ciudad se ha hecho indiferente, insustancial, sosa y sin sabor. La ciudad da igual.