lunes, 3 de enero de 2011

There Will Be Blood / Review

Por: Emmanuel Mercado B.




El director de “Magnolia” Paul Thomas Anderson nos transporta a los pozos de petroleo de la California de principios del siglo pasado para sacar a la superficie una película densa, oscura y sucia, como el mismo petróleo que su protagonista busca y que acaba por producirle la mayor de las soledades y amarguras.
  
Durante un poco mas de dos horas y media, somos transportados a los inicios de la industria del petróleo, con las primeras perforaciones, explotaciones y conducción por oleoductos y también al engaño, mezquindad y corrupción que acompañan a un capitalismo ácerrimo y feroz y una ambición desmedida. Es la historia de Daniel Plainview (Daniel Day-Lewis), un minero duro y terco convertido en empresario del petróleo que se irá hundiendo es la oscuridad de un odio y soledad que busca contrarrestar con el dinero y el alcohol. Y es también la historia de Eli Sunday (Paul Dano), un visionario-impostor que se aprovecha de la buena fe de sus feligreses de la iglesia de la Tercera Revelación para obtener sus propias ganancias. Vidas paralelas que se juntan en mutua amargura y falsedad, cuyo primer encuentro es un pulso de inteligencia para ganarle la partida empresarial al otro, y los siguientes serian una escalada de humillación, venganza y violencia.
  
El panorama que el director Paul Thomas Anderson  presenta es evidentemente desolador, pesimista e infernal, la fotografía que utiliza permite recrear ambientes turbios y de desconfianza, de intenciones torcidas y engañosas, con fuertes contrastes y espacios angustiosos. Luces duras para dos individuos pétreos, que no generan ninguna simpatía y que parecen destinados a un duelo de autodestrucción. El personaje de Plainview está dibujado con inmensa fuerza y dramatismo, su interior alcanza una profundidad abismal en su negrura, que aumenta mientras se va conociendo su historia y sus anhelos, para terminar convirtiéndose un retrato sobre la desmitificación del sueño americano y del hombre que se hizo a sí mismo desde la nada y sobre un capitalismo que engendra y destruye a los hombres. En la misma línea demoledora de los cimientos de dicha sociedad, se ofrece la figura del falso profeta que vende esperanzas al pueblo creyente, con  espectáculos de exorcismos, curaciones y bautizos que esconden intenciones en beneficio propio.

Diálogos austeros y directos para unas aparentes verdades que salen de la boca de Plainview, y largos discursos envolventes y escenificaciones patéticas de Eli, dos tácticas que dejan ver sus cartas cuando se encuentran y chocan, cuando se humillan y se retan, cuando Daniel Day-Lewis extrae toda la fuerza de su personaje con una mirada profunda y lúgubre con la que desprecia a todos los hombres. Y más que creíble resulta el niño Dillon Freasier como H.W el hijo de Plainview, personaje con el que se teje una historia que necesitaba una estocada final. Hablando de desenlaces, en esta instancia no hay una lluvia de ranas como en “Magnolia”, pero la firma del director está presente en su carácter ineludiblemente apocalíptico, llevando la maldad de sus personajes a un punto final sin retorno alguno, cuando la perforación en el pozo de la maldad ha llegado a término y todo el liquido negro del odio ha saltado por los aires. Todo esto genera como desenlace un final narrativamente épico que dejara a más de uno pensando, tratando de descifrar que acaba de suceder.

Paul Thomas Anderson nos brinda un filme de gran fuerza visual y cuidada planificación, y una música con acordes de cello tan presente en su deseo de marcar la gravedad de la historia que por momentos aparece excesivamente presente y externa a la acción, procurando incidir  en el ánimo del espectador. Daniel Day-Lewis muestra una cátedra actoral en una de las actuaciones mas convincentes que he visto en toda mi vida como uno de los personajes más complejos e igualmente grotescos, Daniel Plainview. Narrativamente, la película  avanza con ritmo medido, muy contemplativa y resulta precisa y equilibrada, con unos primeros minutos impecables en el uso de la imagen y el sonido para recrear la angustia de las primeras perforaciones. Es un viaje en el cual nos encontramos ante una obra extraordinaria, un nuevo triunfo de un director del que resulta totalmente imposible imaginarse que hará para su próxima entrega.


9.8/10

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